20 de junio de 2014

El recuerdo de mi primer amor

Recientemente me encontraba haciendo una actividad llamada "25 canciones", cada día debía publicar en redes sociales una canción que correspondiera a un recuerdo, según la pauta que tocara y con su correspondiente explicación. Cierto día tocaba compartir una canción que me recordara a mi primer amor y la imagen fue tan agradable que decidí compartirla con mis lectores:

Nos conocimos cuando yo tenía unos 9 años y él 10. Nos 'hicimos novios' un tiempo después. Estábamos en el patio de la casa de sus abuelos y él me preguntó si quería ser su novia mientras me enseñaba a bailar trompo. La relación duró (con recesos) hasta que yo tenía unos 15 años y él 16. 

Nos quisimos bonito, con canciones, con inocencia, con mucho mar de por medio y con muchas palabras dulces. Montamos bicicleta juntos. Yo le dejé un ojo morado una vez. Contribuí a cuidarlo cuando tuvo paperas, a pesar de las amenazas de contagio. Él me regalaba un Prestigio en cada cumple mes. Juntos vimos El Rey León por primera vez. 

Él le regaló una vez una dona a mi mamá para ganarse su simpatía. Mi perro -que era un demonio- intentaba tener relaciones con su pierna. Él usaba zapatos Airwalk y a mí me parecía el más bello de todos los adolescentes del mundo. 

Juntos escuchábamos toda clase de música: con él me nació el cariño por Luis Silva, la afición por los primeros discos de Arjona y de Shakira. A él le fascinaban los 007 y hasta el día en que me muera, cuando escuche "El último beso" lo recordaré. 

Él vivía en Valencia y yo en Los Teques, nos veíamos poco, pero nos llamábamos mucho -desde la casa o el teléfono público-. Mi mamá y yo tuvimos que establecer un acuerdo de número y duración de llamadas mensuales desde el teléfono de la casa. Nos enviábamos a través de su prima, desesperadas cartas de amor que aún conservo, con mala ortografía y caligrafía aún peor, pero cargadas de dulzura y sinceridad. Él era temperamental y celoso, yo era paciente y lo celaba de su vecina (el tiempo me dio la razón en eso porque ella fue su siguiente novia).  Él decía que yo tenía las manos más bellas del mundo, yo escribí el primer verso de mi vida para sus ojos negros. Juntos aprendimos a hacer cariño, a besar, a tomar la mano del otro. 

Tengo por lo menos diez años sin verlo, pero nunca perdimos contacto. Hay dos días al año en los que tenemos una cita telefónica obligada: nuestros cumpleaños. Ocasionalmente hablamos en otra fecha y nos comentamos alguna que otra tontería. 

El me enseñó, sin saberlo, a sentirme querida y cuidada, a sentirme siempre como una dama; algo que siempre le agradeceré profundamente. Quizás por eso nunca me he conformado con menos. Tal vez por la misma razón, siempre he sentido un cariño muy bonito por él. Él se casó y, si hace sentir a su esposa tan feliz y especial como me hizo sentir cuando yo era una niña, ellos serán infinitamente felices juntos. 

Esta canción fue la primera de varias que me dedicó, una tarde en el zaguán de su casa de playa...


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